Mi primer novio me escribió un cuento y una canción. Músico él... y estudiante de medicina. Dos actividades extrañas de combinar, pero él era así: médico con corazón de músico. O músico frustrado, a decir verdad. La familia, las presiones... vaya uno a saber. La medicina lo apasionaba, pero también lo apasionaba la música. Y quien haya estudiado medicina sabe que es una carrera que te consume. No te da tiempo más que para estudiar e ir de un hospital a otro.
Por lo que su guitarra cada vez estaba más sola y él cada vez estaba más cerca de ser médico y más lejos de ser músico. Finalmente, se convirtió en médico, me regaló su guitarra, en una pelea -para no rompérmela en la cabeza- la tiró por la ventana y la guitarra terminó en la basura. No podíamos estar más juntos. Habíamos dejado de querernos. Estábamos a años luz del otro. Habíamos compartido años de adolescencia y juventud incipiente, primeros años viviendo lejos de nuestras familias... de cierta manera nos habíamos criado y curtido a la par, viviendo nuestras primeras experiencias de "adultos". Y eso hacía, viéndolo hoy a lo lejos, que tuviéramos miedo de desprendernos del otro. Cuando crecés al lado de alguien, volar solo da un poco de miedo. Seguíamos juntos por ese "primer amor" que no existía; estábamos juntos sin saber por qué.
Cuestión que cuando la relación estaba en su mejor momento, me regaló un cuento. Hoy me arrepiento de haber tirado ese cuento porque sería lindo leerlo. Porque no era como ahora que a todo podemos guardarlo en la compu; era un papel, una hoja de cuaderno; un papel cualquiera. Con los años, haciendo limpieza de papeles, la debo haber tirado. Junto con fotos, tarjetitas de amor varias y demás. Porque la verdad es que cuando una relación se termina, tarde o temprano uno tira esas cosas.
Mi segundo "amor" me escribió cientos de e-mails, una carta larguísima y un par de poemas en los cuales me sentí una musa de lo más inspiradora. Que te escriban semejantes cosas no puede menos que hacerte sentir halagada. Pero esta vez, esos poemas vinieron en e-mails que guardé en una carpeta, dentro de mi casilla de correo, que llevaba su nombre. Un día se los mandé a todos en un e-mail, porque eran tan lindos que daba pena tirarlos, pero una vez enviados, a los poemas, a la carpeta con su nombre y a todo, absolutamente todo, lo que tuviera que ver con él, lo mandé a parar a la papelera de reciclaje. A la carta la guardé un tiempo más. Hoy buscando unos papeles la vi y no la abrí ni se me ocurrió leerla y, sin dudarlo, la rompí y la tiré. Y a las mil fotos en la computadora primero las archivé en un .rar para evitar verlas cada vez que abría la carpeta "Mis imágenes" y, cuando fue el momento adecuado, las eliminé a todas, una por una.
...Independientemente de todo lo anterior, la duda que tengo en este preciso momento es: si al primero le inspiré un cuento y una canción, y al segundo un par de poemas de amor, ¿qué voy a inspirarle al siguiente hombre importante que aparezca en mi vida? Me da curiosidad.
1 comentario:
Tal vez inspirarle deseo, respeto y admiración en una buena fórmula porcentual sea lo indicado.
Y si por añadidura le dá por escribir algunas cosas siendo vos su musa, mejor que mejor.
Me parece (perdón por el viejazo y, tal vez, la desazón) que los tres primeros ingredientes son imprescindibles para pensar una relación con futuro.
No sé, digo; de pronto, me parece...
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