El domingo a la tarde tuve un accidente cuya consecuencia fue un moretón en la clavícula, un corte profundo en el pómulo y un ojo negro. Fue un momento espantoso porque mi musculosa estaba teñida de colorado, veía sangre por todos lados y, al no poder verme la cara, creía que me habían arrancado un pedazo. Cuando pude verme supe que no era tan grave; la doctora me explicó que en el rostro tenemos muchos capilares y vasos y bla bla bla y que por eso los cortes, aun pequeños, sangran como si estuvieran degollando a un ternero.
Cuestión que estoy bien. Sí, tengo el ojo como una boxeadora y la gente cuando me ve en la calle en horas en que ya no puedo llevar los anteojos de sol puestos porque quedo ridícula y la onda Creamfields no me cabe ni medio, piensa:
-Pobrecita, a ésta la fajan. Mirá cómo le dejaron la cara.
Pero bueno, no es cuestión tampoco de recluirme en mi casa por el qué dirán. Tengo una vida que vivir (?). Mucho menos me gasto cuando algunos me miran intentando hacerse los que no me miran, en aclararles que no se compadezcan, que nadie me pegó, que fue un accidente. Además, si les aclaro qué fue lo que pasó, no sólo van a pensar que soy una mujer golpeada, sino también una mentirosa o bien una sometida que no asume su situación de víctima de la violencia de género (tan en boga que está, por cierto).
-Claro, dice que chocó... contra un puño chocó. Típico, miente al respecto. Pobrecita, son relaciones enfermizas...
Así que los dejo que piensen lo que quieran y me paseo con mi ojo negro por la vida como si nada hubiese pasado. Cuestión de actitud, ponele (?).
Recuerdo que caminaba por el medio de la vereda con un ataque de histeria, lloriqueando, tocándome la cara que goteaba sangre, sin poder creer que estaba así, repitiendo una y otra vez «cómo no vas a mirar...» y chorreando sangre como la protagonista de una película de terror mientras mi victimaria -que era a quién le repetía una y otra vez «...cómo no vas a mirar...»- caminaba a mi lado y me acompañaba a la clínica (al menos tuve suerte en eso: la que me choco es médica y fue a media cuadra de la clínica). Un momento de mierda, literalmente. Pero pasó y siempre está el consuelo berreta de «hay cosas peores». Tan berreta y cliché como pelotudamente optimista.
Recuerdo que caminaba por el medio de la vereda con un ataque de histeria, lloriqueando, tocándome la cara que goteaba sangre, sin poder creer que estaba así, repitiendo una y otra vez «cómo no vas a mirar...» y chorreando sangre como la protagonista de una película de terror mientras mi victimaria -que era a quién le repetía una y otra vez «...cómo no vas a mirar...»- caminaba a mi lado y me acompañaba a la clínica (al menos tuve suerte en eso: la que me choco es médica y fue a media cuadra de la clínica). Un momento de mierda, literalmente. Pero pasó y siempre está el consuelo berreta de «hay cosas peores». Tan berreta y cliché como pelotudamente optimista.
No pensaba hacer nada, ningún tipo de reclamo, total no fue algo grave, no tengo ganas ni tiempo de andar con trámites y demás... pero después, charlando del tema con un par de amigos, pensé: ¿cómo no voy a hacer nada? Porque sí, no perdí un brazo ni una gamba y estoy bien, pero tampoco es que no pasó nada. Me va a quedar una cicatriz en la cara; pequeña, pero está. Por otro lado, dejé de ir a laburar por cuatro días lo que implica que pierdo el presentismo. Sumale que la remerita que llevaba puesta no me sirve más porque comprobé que todas esas manchas de sangre no salen, que tengo que andar con el ojo así en la calle, que no puedo hacer vida 100% normal... y todas esas cosas que los abogados y los que estamos a punto de ser abogados, tenemos más que claras.
Porque a mí no me interesa sacarle ni un peso a la que me chocó. Más allá de haberla puteado mentalmente largo y tendido y seguir haciéndolo cada vez que me miro al espejo, no me interesa sacarle plata. Un minuto de distracción puede tenerlo cualquiera. Empatía mode on. Soy un proyecto de cuervo, pero cuervo con sentimientos (?). Pero ella no es la que tiene que ponerse. Porque me paga el seguro. Entonces, ¿qué reparo puedo tener en sacarle unos pesos a una empresa que factura millones mensualmente? Por no mencionar que pocos rubros son un hervidero de chantas como el de los seguros.
Entonces, tengo un ojo negro, un corte en el pómulo, un moretón en el hombro y un embole importante. Y como me embola que sucedan cosas que me embolan y me dieron 96 horas de reposo y como por todas estas razones pierdo mi premio al presentismo en el laburo -y a mí tocame una teta o tocame el culo, que está todo bien, pero no me toques el bolsillo porque te corto la mano- ya me encargué de todo y le inicié un reclamo al seguro de la señora que dejó dibujada la puerta de su auto contra mi persona.
Porque como dicen por ahí, de las experiencias negativas hay que sacar siempre algo positivo, ¿no? Bueno, yo voy a pagarme unas hermosas vacaciones de verano.
1 comentario:
Pero obbbbbvio, bien hecho si le iniciás una demanda.
El seguro paga y la doc aprende a ser precavida.
Las distracciones son humanas, pero al volante NO.
El vehículo es un arma, y quien la porta es el conductor.
Un poco brusca mi opinión, pero lo veo de esa manera. Disfrutá de las vacas, jaajajjaa!!!
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