18 de abril de 2013

The Tall Man

Hoy vengo con una peli de esas que, de tanto en tanto, me pinta recomendar. Como para amenizar la resaca de boludos con aires de cinéfilos intelectualoides que te tiran un «yo veo películas en serio» que deja siempre el Bafici. Dejame de joder, chabón; no te hace cool ver cine independiente o ser seguidor del cine polaco. No sos «fílmicamente» menos erudito por admitir que te torrás hasta el quinto sueño con el cine de culto, que no entendiste una goma qué mensaje te deja El ángel exterminador, de Buñuel, que todavía estás intentando entender qué chota pasaba en Eyes Wide Shut o que con las pelis «profundas» te aburrís como una ostra. Todos tenemos un costado pochoclero que no pone a tu coeficiente intelectual en riesgo. El que cree que la cultura, nivel intelectual o inteligencia se miden por qué cine vemos, es lisa y llanamente un pelotudo al que, con toda la compasión que me merece, le aconsejo que coja más seguido.
El cine de terror es un clásico. Y es genial. Más todavía el que aparenta ser de terror, pero que al verlo te vas dando cuenta de que no lo es. Que está lejos de la porrista voluptuosa corriendo desnuda con sus tetas perfectas bamboléandose por alguna residencia universitaria con nombre de letra griega, intentando escapar inútilmente de un asesino serial, traumado, resentido y con fuerza sobrenatural, claro, con cuchillo en mano. Cuestión que a esas, me las vi a todas; sí, soy masoquista, pero también tengo la decencia de no recomendar ninguna.
A lo largo de estos 30 años he visto mucho cine. Soy bastante ecléctica en cuestiones de género y así como me caben el cine independiente, las pelis profundas y bla bla bla, me gusta el terror. Oriental, español, norteamericano... y el cine francés. En estos últimos años el cine francés está renovando el terror que podríamos llamar «clásico». El terror de la tierra del Rey Sol tradicionalmente es gore (físico y psicológico) en estado puro. De esa clase de películas que por las mismas razones que algunos las aman, otros las odian. Haute tension, de Aja; À l'Intérieur, de Bustillo y Maury, y ahora The Tall Man. Aunque esta última se aleja de las otras francesas; al menos de las que he visto, que no son pocas. No hay violencia explícita.
A The Tall Man la dirigió Pascal Laugier que, en lo personal, no me vuelve loca, pero sí me ha sorprendido con películas como Martyrs o Sanatorium, ambas una joya para los amantes del género. Pero en esta oportunidad el tipo fue más allá.
The Tall Man no es terror, pero engaña. Te hace creer que lo es, pero no. El tráiler, el póster, el comienzo, hasta el título; todo engaña, todo muestra lo que no es. Una bocanada de aire frente al exceso de violencia explícita que venía mostrando el terror francés; oxigena. Y el final logra sorprender; es imprevisible. Lo cual es un punto a favor importante porque generalmente los finales en el género son previsibles, más aun para quienes tenemos varias películas de terror en nuestro haber. Pero The Tall Man marca la diferencia. No da respiro y tiene giros inesperados.
Aplaudo, por otro lado, la combinación de géneros, una odisea en la que muchos directores se han embarcado con resultados, casi siempre, lamentables. Pero en este caso Laugier logra que salga algo bueno. Una película que tiene suspenso de principio a fin y en la que el drama tiene un peso aplomador. Actual, realista. Utopías muertas. Desencanto con el mundo. El deseo de un mundo mejor aplastado por la realidad, la frustración de los soñadores ante el peso de la realidad y sus consecuencias.

Cuestión que les dejo esta recomendación -no aspira a ser una crítica, claro está- porque me gustó la película, pero sobre todo porque me sorprendió el giro que pegó Laugier comparado con lo que venía haciendo. Así que se las recomiendo, no sin antes dejar claro que es para quienes disfrutan de este tipo de cine. Así que si lo tuyo pasa por otro lado, anticipándome a tu puteada, te digo: «No la veas». Au revoir.

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