10 de enero de 2012

Año nuevo

A medida que va pasando el tiempo y que voy sumando primaveras, otoños, inviernos y veranos en mi haber, me doy cuenta de que esa costumbre que tenemos de decir «éste fue un año de mierda, que pase rápido» o «qué buen año fue éste, que siga así el que viene», es una boludez.
Creo que no hay años malos y años buenos. Digamos que hay años en los que aprendemos muchas cosas, en los que crecemos, en los que incorporamos nuevas sensaciones, sentimientos, percepciones... años en los que nos enriquecemos a nivel personal. Años, en términos contables, productivos. Y hay otros que no lo son...que vienen a ser una especie de break en la vida; años que no suman en grandes experiencias, aprendizaje o descubrimientos personales, años que son como un recreo, un lapsus, un minuto de ocio. 
Pienso que para poder evaluar un año tendríamos que tener en cuenta no sólo cuánto sonreímos por momentos divertidos o cuánto mejoró nuestro poder adquisitivo o qué tan bonitos nos vemos ante el espejo, sino tener en cuenta otras cosas... cuánto aprendimos a sonreír aun cuando los momentos sean duros, cuánto logramos perdonar, en cuánto pudimos vencer nuestro ego y convivir con nuestros defectos y virtudes, a sabiendas de que nunca vamos a ser perfectos, pero que de nuestra imperfección nace nuestro «yo» y es lo que nos hace ser los que somos y no otros. 

1 comentario:

Paula dijo...

Estás madurando desde el alma amiga, y estás más bella que nunca.
Se te ve en la mirada, esa que llora, ríe, y transmite tantas cosas.
Bella por dentro y por fuera!!!!

Besooooo grande!!!!